miércoles, 6 de octubre de 2010

sincronismos

He aqui el balconcito de la casa de Marcela. Sale de la cocina y bajando una escalerita uno entra como en un paraiso: horno de barro a leña, mesas largas con bancos y sillas, arenero con juguetitos de todos los niños del edificio (y que todos, claro, pueden usar a piacere), carritos, coches de jugetes, bicis, triciclos. hamacas, un toldito poblado por una enredadera, flores, arboles y paz. Mucha paz.
Me impresiona el espiritu colectivo. Todo es de todos. Lo que no significa que no sea de nadie.

Creo que Berlin tiene un don: la singular convivencia entre ese mitico ser aleman, rigido, seguro y correcto, la alocada rebeldia de los que se enfrentan a la uniformidad y tiñen las calles y las puertas y las paredes con sus nombres y sus colores, y el esplendor decimonomico, o incluso imperial que pervive en la aquitectura de las casas de Kreuzberg.
Y hay algo que vive en los patios de este barrio, de esta ciudad: aun cuando nunca fue ESTE, en Kreuzberg se respira, se palpa y se vive ese concepto a veces utopico del que todo es de todos y oara todos.

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